Últimamente, la palabra “sostenible” es una plaga. Todo es sostenible. Incluso empresas petroleras se autoadjudican la calificación de sostenible. En el diccionario de la RAE sostenible se define así:
¨Especialmente en ecología y economía, que se puede mantener durante largo tiempo sin agotar los recursos o causar grave daño al medio ambiente¨.
Pero se quiere crear una nueva definición que haga referencia a que los productos que pretendan ser sostenibles tengan que controlar los impactos durante todo el proceso productivo. Así, la Sustainable Packaging Coalition (SPC) ha decidido avanzar hacia un concepto común de embalaje sostenible, para que el concepto no confunda a nadie ni ninguna institución o empresa pueda aprovecharse de él.
La definición, que originalmente fue lanzada a finales de 2005, fue actualizada por primera vez el pasado mes de agosto, cuando el SPC decidió poner más énfasis en el impacto de los envases a lo largo de toda su vida, dando un nuevo enfoque al concepto. El SPC ha redefinido la expresión “embalaje sostenible” haciendo hincapié en que necesidad de que sean “sanos durante todo el ciclo de vida”, en lugar de la antigua definición que decía que debían ser “saludables para todos los fines de los escenarios de la vida”, es decir, centraba la definición en el impacto al ser arrojados a los vertedero o la posibilidad de ser reciclados, compostados, reutilizados o eliminados por otros medios.
El nuevo texto se refiere a los impactos relacionados con la extracción de la materia prima, su procesamiento y su uso. Es decir, todo el proceso productivo. Los impactos ambientales negativos, pues, deben tenerse en cuenta en todas las fases de la producción.
Ahora sólo resta que las empresas que usen el término lo hagan de manera adecuada, sin hipocresías, algo que parece harto difícil. Todas quieren ser empresas verdes, pero, en la práctica, muy pocas lo son.
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