Hay muchos tipos de piratería. De la que más se habla últimamente es de la piratería informática (que no está muy claro que sea muy perjudicial). También está la piratería original, la de los barcos de delincuentes que asaltan a otros y les roban la mercancía, cuando no los toman como rehenes en alta mar (en algún caso, la necesidad les lleva al pirateo). Pero aún hay otro tipo de piratería, de impacto global y más duradero en el tiempo: la pesca ilegal.
La pesca ilegal implica pérdidas en todo el mundo de entre 10.000 y 23.500 millones de dólares (entre 7.000 y 16.500 millones de euros) y, además, amenaza la soberanía alimentaria de países en vías de desarrollo. Con estas duras palabras se ha expresado María José Cornax, responsable de pesca en Europa de Oceana, organización que lucha por la buena conservación de los mares y las especies que habitan en sus aguas.
La pesca ilegal priva de ganancias a países y comunidades de pescadores de todo el mundo y es una seria amenaza para la conservación, ya que se calcula que en torno a un 85% de los recursos marinos están sobreexplotados o agotados. Esta piratería priva a muchos pescadores (y a todos) de un futuro con recursos naturales.
Esta misma semana Estados Unidos y la Unión Europea se han comprometido a combatir la piratería de recursos pesqueros con un acuerdo firmado por María Damanaki, comisaria europea de Pesca y Asuntos Marítimos, y Jane Lubchenco, subsecretaria de Comercio para los Océanos de Estados Unidos e integrante de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) del mismo país. La importancia del acuerdo radica en que los principales países importadores del mundo son precisamente Estados Unidos y la UE, junto a Japón.
Para controlar la pesca ilegal, lo esencial es controlar de dónde proviene lo que se pesca. El atún rojo en el Mediterráneo es un buen ejemplo. Su protección está regida por un acuerdo internacional. Sin embargo, hay muchas embarcaciones que pescan al margen, con tripulaciones que suelen estar contratadas en condiciones lamentables. Estos barcos son los que roban el pescado a quienes tienen el derecho legítimo a explotarlo, es decir, los estados ribereños.
Otro problema es el de la falta de recursos humanos, técnicos y de equipamiento para tomar medidas de control eficientes, especialmente en países en desarrollo, como los del África occidental. A veces, se pueden ver embarcaciones faenando bajo bandera de países que ni siquiera tienen costa, como Bolivia o Mongolia. Eso sí es ser pirata.
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