¿Verdadera o de laboratorio? Pronto no se notará la diferencia. La carne sintética podría ser muy pronto una realidad en el plato de vegetarianos y veganos, además de ser una alternativa ecológica y saludable. Aunque aún es objeto de discusión, tiene buenas perspectivas de éxito.
La idea de crear carne artificial nació a comienzos del siglo XX. Pero no se trataba de producir un animal entero, sino sólo las partes que más se consumen. Fue el ex primer ministro británico Winston Churchill quien dijo, en 1932: “Deberíamos remplazar el absurdo de producir un pollo entero para comer la pechuga o el ala cultivando esas partes por separado a través de un medio adecuado”. Un concepto que, en esa época, se consideró -por motivos éticos- una locura absoluta. Pero en el futuro, el consumo de carne artificial podría convertirse en un estilo de vida.
La carne es, en primera instancia, tejido muscular. Para producir carne sintética es necesario reproducir células miosatélite, que son las células madres adultas encargadas del crecimiento muscular. Para que el tejido tenga una estructura fija, se entrena a las células con impulsos eléctricos, ya que, al no poder moverse, no son capaces de producir tejido muscular.
Un problema que se plantea en la producción de carne de laboratorio es el sabor, ya que las sustancias que lo determinan son ingeridas normalmente por el animal. En especial, el tipo de alimentación es el que da el sabor característico a la carne vacuna, de cerdo o de cordero. Por el contrario, el gusto de la carne sintética es neutral, por lo cual hay que agregarle saborizantes.
Un problema que se plantea en la producción de carne de laboratorio es el sabor, ya que las sustancias que lo determinan son ingeridas normalmente por el animal. En especial, el tipo de alimentación es el que da el sabor característico a la carne vacuna, de cerdo o de cordero. Por el contrario, el gusto de la carne sintética es neutral, por lo cual hay que agregarle saborizantes.
Según expertos, el consumo de carne en el mundo se duplicará dentro de los próximos 40 años, lo que representa un enorme desafío para la ganadería y para el medioambiente.
Los protectores de animales exigen que se acabe con el maltrato a animales, pero las posibilidades para lograrlo aún son muy limitadas. Y, actualmente, se destina el 70 por ciento de las superficies cultivables al ganado, alrededor de un 25 por ciento de la superficie del planeta.
Durante el proceso de digestión de, por ejemplo, los vacunos, se produce gas metano, un gas incoloro e inodoro que influye masivamente en el calentamiento global, ya que es, junto al dióxido de carbono, el vapor de agua, el dióxido de nitrógeno y el ozono, otro de los responsables del efecto invernadero.
Un aspecto adicional, y no menos importante, de la ganadería masiva es el alto consumo de agua, señalan expertos. Según el Instituto de Educación Hidrológica de la UNESCO (IHE), se necesitan unos 1.500 litros de agua para producir 100 gramos de carne de vaca.
Aquellas personas que han elegido ser vegetarianas por motivos éticos cuentan hoy en día con un amplio espectro de productos para no tener que renunciar al sabor y a la consistencia, pudiendo dejar de comer carne.
Entretanto, en tiempos en que se pone el acento en una buena alimentación –ya sea biológica, sostenible, ética o, sencillamente, sana- ya no hay innovación en el área alimentaria que pueda sorprender al consumidor. Y si hoy se remplaza un trozo de carne de vaca por uno de soja, ¿por qué mañana no podría hacerlo la carne sintética, sin que haya tenido que morir un animal para que podamos disfrutarla?
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