A los siete mil millones de seres humanos, contabilizados por la Organización de las Naciones Unidas al inicio de la segunda década del siglo XXI, a los que nacerán en el transcurso de los próximos años y a todos los seres vivos distintos a la raza humana, a partir de ahora “apellidaremos”: los humánidos. Siendo del reino animal o vegetal, nos acompañan de manera esencial – por eso le damos nuestro apellido – en la fantástica aventura sobre el planeta Tierra.
Somos categóricos al definir al ambientalismo de hoy como el sagrado respeto al don de la vida, el legado para quienes vendrán. Es la retribución con el más profundo amor a nuestras dos madres, a la biológica y a la Madre Tierra. El reconocimiento a quienes han sido nuestros padres: árboles, montañas, ríos, lagos, al cielo. Es proteger a los hermanos los no humanos: invertebrados, vertebrados, anfibios, el reino vegetal. Es pedir perdón por quienes han sido sacrificados o robados para prolongarnos la vida. Es la lucha por la vida que le da sentido a la vida. Es lo opuesto a la crueldad, a la codicia. Es el camino de la paz espiritual, sin culpa. Es la última utopía.
Un ambientalista tiene como misión de vida re-imaginarse el mundo, entender y hacer entender que todas las especies que lo habitan tienen derecho a la vida, y aun en el último segundo o latido, tenazmente debemos defender. Aceptar la existencia del “otro”, es el primer compromiso. La cual debemos comprender y respetar. El “otro” puede ser una persona que piense distinto a nosotros, con diferentes religiones, posición social, razas. Pero también allí van incluidas, por supuesto, las distintas especies animales, vegetales, ecosistemas, hábitats, las aguas, el aire, la tierra sobre la que andamos todos los días.
El pensamiento ambientalista se creo en América. América lanzo al mundo el S.O.S del ambientalismo. América como continente, trae en sus genes una cosmovisión ambientalista, que viene de sus ancestros indígenas, y en el siglo XX, las primeras acciones que interpretan con valentía la defensa de la naturaleza, surgen de la zaga del Greenpeace, en Vancouver, al oeste de Canadá. Hippies ecologistas, llamaron la atención del mundo al protestar con independencia, sin compromisos partidistas ni vinculaciones con las ideologías existentes, las pruebas nucleares en el Pacífico. Luego, la intolerancia y el hostigamiento de quienes gobernaban ese país para la época, obligo a la mayoría de sus fundadores a refugiarse en Europa. Era demasiado sospechoso, en plena guerra fría, protestar para defender el planeta.
La propuesta ambientalista, no es la tercera vía, ni es el nuevo traje de una izquierda o de una derecha que ven disminuidas sus ofertas electorales. Tampoco es una secta o alguna nueva religión. Hoy es la única vía, para valorar la vida. Vivimos nuevas realidades que exigen a gritos nuevas estrategias. Es replantearse un cambio en nuestro contrato social sectario por un contrato natural incluyente. Requerimos códigos de ética globales. Cambiar ese conservador “sentido común”, por un sentido ambientalista.
El ser humano, tiene la capacidad de reinventarse así mismo y el planeta requiere esa metamorfosis, de la inteligencia para sumar esfuerzos y saberes específicos, generales, propios, aprendidos o empíricos, pero todos con una meta común, preservar la Tierra. Ser ambientalista es una postura comprometida, firme y activista. Es no actuar como el avestruz, que ante la incomprensión o el peligro mete su cabeza en un hueco, para eludir la realidad. Proteger las especie (humanus y humánidos) en la naturaleza, es el desafío.
La vieja contienda entre la civilización y la Tierra, ya debe desaparecer radicalmente, sustituirla por la convivencia amorosa, equivalente, mutuamente aportativa entre la Tierra y la civilización (la paz fértil) para salvaguardar el milagro mayor del Planeta Azul: la existencia.
En este esfuerzo titánico de los mejores hombres y mujeres para cambiar el rumbo del destino del mundo, para apartarlo del futuro desastre al cual lo ha llevado la insensatez humana, confluyen – a nivel científico, artístico, poético, filosófico, humanístico – los conservacionistas quienes se ocupan de proteger la naturaleza, entendida como la diversidad de flora y fauna (la defensa de una especie en vías de extinción, por ejemplo), la belleza de los parajes naturales, como un privilegio del que disfruta la especie humana, como un lugar de esparcimiento, recreo y contemplación que debe ser respetado tal y como ha sido heredado a lo largo de la historia; los ecologistas que profesa la ecología como ciencia, los científicos de las ciencias naturales que estudian los hábitats, ecosistemas, biomas, etc.
Los ambientalistas como activistas que exigen una reciprocidad activa, fecunda entre el ser humano y el ambiente, una relación generacional, que no esté basada en un modelo de explotación de los recursos irracional y destructivo. Radicales en la defensa del derecho al disfrute de la vida de todas las especies.
Este manifiesto concluye con la proposición de los haceres primarios generales para materializar la acción del ambientalista:
1. Liberar el espacio donde habitamos: La casa o apartamento en lo posible de las contaminaciones ambientales (preparar la basura para el reciclaje, ahorrar energía, administrar bien el agua, mantener el ornato, etc.)
2. Vigilar el sector urbano donde vivimos: Vitalizar los espacios verdes (jardines, islas de avenidas, plazas, parques, etc). Denunciar los botes de aguas blancas y servidas. Atacar la contaminación sonica, etc.
3. Presionar: Todo ambientalista tiene suficiente perfil ciudadano para llevar a las instancias de gobierno (alcaldías, consejos municipales, consejos legislativos estadales, gobernaciones, ministerios, etc.) sus proposiciones, denuncias y sugerencias.
4. Divulgar: Todo ambientalista debe usar los medios divulgativos a su alcance (prensa escrita, radio, televisión, redes sociales, aulas escolares, espacios universitarios, etc.) para llevar a cabo todo lo que se ha señalado en los acápites anteriores y así como nuevos aportes e ideas.
Los ambientalistas del mundo, nos comprometemos a través de este manifiesto a cumplir las siete acciones sacras para salvar la Tierra: 1.Siembra árboles; 2. Protege los animales y la flora silvestre; 3.Goza el placer del aire; 4. Respeta el agua; 5. Administra el fuego; 6. Ama la tierra y a la Madre Tierra; 7.Valora la vida.
Defendamos con toda la fuerza de nuestros músculos, de nuestro pensar, de nuestro sentir a la patria donde nacimos y a la Madre Patria donde retornaremos para el viaje por el avismo de la eternidad, el Planeta Azul, la Tierra.
(Veo Verde)
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