Los niños que están más expuestos a la contaminación producida por los automóviles tienen un menor coeficiente intelectual y peores resultados en las pruebas de inteligencia y memoria frente a otros niños que respiran un aire más limpio, concluyó un estudio realizado por la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard.
El estudio encontró que cuanto mayor es la exposición de un niño al carbón negro –un compuesto de las emisiones de vehículos, particularmente de aquellos con motores diesel– menor es su rendimiento en las pruebas de inteligencia.
El equipo de investigadores trabajó con una muestra de 202 niños de entre ocho y once años de la ciudad de Boston.
Las consecuencias de la contaminación sobre el desempeño intelectual de los niños son equiparables a las que presentan aquellos niños cuyas madres fuman diez cigarrillos diarios durante el embarazo, así como aquellos expuestos al plomo.
Los investigadores creen que la contaminación produciría simultáneamente inflamación y oxidación cerebral.
Estudio realizado en Nueva York, Boston y México DF, revela que el aire contaminado puede perjudicar el desarrollo del cerebro durante el embarazo y la niñez.
Los niños que crecen en zonas con aire contaminado pueden sufrir alteraciones estructurales que puede ocasionar en retrasos en funciones cognitivas superiores, como el aprendizaje o la memoria.
Los investigadores consiguieron informaicón desde la semana 12 de la gestación y haciéndoles un análisis y pruebas cognitivas al cumplir un año y cuando llegaron a cuatro.
Registraron además su exposición a gases y partículas de la atmósfera, resultantes de la combustión en coches e industrias: óxido de nitrógeno, hidrocarburos aromáticos policíclicos, compuestos volátiles y partículas en suspensión. Los cuales son el vehículo que utilizan los metales para entrar en el cuerpo.
El niño es más vulnerable ya que “el cerebro es una ventana abierta a la influencia del medio ambiente durante muchos años. Es el órgano del cuerpo que tarda más en formarse: desde el mismo vientre de la madre hasta el final de la adolescencia.
La parte que más tarda es el córtex prefrontal, clave para funciones cognitivas superiores. La exposición a estos contaminantes puede interferir en la producción de neurotransmisores, en la mielinización de las neuronas y en cómo establecen sus conexiones.
Fuente: Diario Ecología.com
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