28 oct 2011

Quién dice que salvar al planeta cuesta una fortuna?


Estados Unidos y Europa se verán complicados en la cumbre climática de Durban, Sudafrica cuando les exijan ayuda para los países pobres en la producción de energías limpias. Muchas de las actuales tecnologías de bajo carbono ya son del dominio público.

Un mes antes del inicio de las conversaciones internacionales sobre el clima en Durban, ya hay voces que dicen que es improbable que haya un acuerdo global vinculante.

El dinero está amenazando a la lucha contra el cambio climático. Los expertos en el clima han avaluado las tecnologías para disminuir las emisiones que necesitan los países en desarrollo en 159 mil millones anuales a partir de 2020, y quieren que cerca de la mitad de la carga de esa inversión sea sostenida por un financiamiento público de Estados Unidos, la Unión Europea y Japón.
 
Pero 70 mil millones de dólares es más que el sencillo que los estados europeos, Washington y Tokio están dispuestos a entregar, especialmente después de rescatar a sus bancos y de la crisis economica global. 

¿Tiene que ser tan caro?
David E. Martin está viajando por el mundo para demostrar que los negociadores se equivocan respecto del costo de combatir el cambio climático. Según él, los diseños para artefactos “verdes”, desde autos híbridos, coches electricos a turbinas eólicas, son ahora de dominio público y están libremente disponibles, si uno sabe cómo encontrarlos. Como gerente ejecutivo de la firma de innovación financiera M-CAM, Martin ha convertido en la misión de su vida asegurar que un creciente número de personas, compañías y países tengan acceso a esta información.

Recientemente, en colaboración con la Información para el Programa de Desarrollo del Banco Mundial, lanzó una base de datos online de aparatos cuyas patentes vencidas en tecnologías avanzadas de energía, agua y agricultura representan ahorros potenciales en licencias por un valor, según el Banco Mundial, de más de 2 billones de dólares.

Para las grandes empresas, Martin es una molestia porque cuestiona la validez misma de algunas de las grandes ganancias que se esperan de un nuevo acuerdo climático. Para los gobiernos, su verdad es inconveniente porque amenaza una delicada relación con gigantes corporativos de los que esperan que apoyen sus metas en el clima. Para Martin, es una continuación de su interés por lo que llama genómica lingüística, el estudio de cómo varía y cambia el significado de las palabras y de cómo puede usarse esto para obscurecer los significados y obtener ventajas.

Las patentes, dice, siguen siendo otorgadas porque, aunque cubren el mismo campo, están expresadas con palabras diferentes. Así es como el dispositivo que carga un auto eléctrico se convierte en un “aparato regenerativo que tiene un manubrio, un motor eléctrico y una batería”, o una turbina eólica pasa a ser “un motor y aspas que rotan en el viento”. Mientras más complicada la redacción, más probable es que una patente sea concedida. De hecho, un experto en patentes puede demorar hasta tres días en evaluar patentes de tres páginas en busca de alegaciones que se sobrepongan.

Buscando patentes

Martin captó por primera vez los numerosos significados de las palabras cuando tenía cinco años de edad. En el sur de California, se reunían en la mesa familiar con su madre y sus tres hermanos traduciendo griego antiguo a una versión de la Biblia inglesa que ahora está en su cuarta edición. Treinta años y varios desastres naturales después, sigue la pista de las patentes medioambientales tras dobles sentidos.

Hizo su propio software y, con un gran servidor, sigue y compara cientos de miles de archivos que contienen información sobre patentes proveniente de una lista aparentemente incongruente de lugares: Papúa Nueva Guinea, Berlín, la selva brasileña, Nueva York. Algunas de estas patentes son nuevas; otras han expirado. Lo que Martin (y quienes trabajan con él en M-CAM) dicen que descubrieron es que una de cada tres patentes hoy registradas de tecnologías de ahorro de energía, duplican artefactos que fueron primero ideados tras la crisis petrolera de los años 70 y que hoy están disponibles gratuitamente. Con su promoción de tecnologías gratis, legalmente disponibles en el esfuerzo por desacelerar el calentamiento global, trabajo de Martin le ha ganado un ejército de enemigos entre las grandes empresas, examinadores de patentes y hasta negociadores del clima.

Pero eso no lo ha detenido. Ha testificado ante el Congreso de Estados Unidos y se ha enfrentado con oficinas de patentes en todo el mundo. Está contribuyendo al incipiente impulso de la Corporación Financiera Internacional del Banco Mundial y de miembros del Parlamento Europeo para que se conozca esta verdad.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
Fuente: Diario Ecología.com

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