Cada vez estamos más expuestos a productos tóxicos, y de buena parte de ellos no sabemos casi nada. Desde 1965 se han creado cuatro millones de compuestos químicos diferentes de los que unos 100.000 se fabrican y comercializan en la actualidad. Muchos de ellos son tóxicos y solubles en grasa. Es decir, que tienen tendencia a acumularse en los tejidos humanos. Y además, en los últimos años se ha disparado la exposición a radiaciones de adultos y niños.
De todo esto se habló en el 5º Congreso Internacional de Medicina Ambiental, que se ha celebrado hace unos días en el Colegio de Médicos de Madrid con el título “Medicina ambiental: nuevas enfermedades, nuevos tratamientos”, en el que han participado médicos, científicos, nutricionistas, investigadores, abogados y periodistas de todo el mundo, llegados sobre todo de los Estados Unidos (donde se estudian estos temas desde hace más años), el Reino Unido, Alemania e Italia, además de España. El congreso estuvo organizado por la Fundación Alborada, especializada en la divulgación de los efectos en la salud de la contaminación de sustancias químicas y radiaciones electromagnéticas, y la Fundación Vivo Sano, que fomenta la investigación y la adopción de hábitos saludables para favorecer el bienestar de las personas.
La Medicina Ambiental no es una especialidad concreta, sino una visión transversal que tiene en cuenta la influencia de la contaminación por sustancias tóxicas en gran número de patologías, según nos explica Pilar Muñoz Calero, presidenta de la Fundación Alborada, médico experta en Medicina Ambiental y paciente ya recuperada de Sensibilidad Química Múltiple. Por ahora es todavía una visión bastante desconocida, incluso dentro del entorno médico, pero cada vez hay más evidencias de su importancia y de la cantidad de personas afectadas, y una muestra es también el creciente interés que despierta entre los medios de comunicación generales. En el ámbito académico se prevé que, en breve, se de luz verde a un nuevo Master de especialización en Medicina Ambiental de alcance europeo, en cuya preparación están participando expertos de diez países, España incluida. En el congreso, especialistas y personas afectadas por enfermedades de origen ambiental hicieron repaso de las patologías que se derivan de los tóxicos que nos rodean, desde algunos tipos de cáncer hasta la sensibilidad química múltiple, la electrosensibilidad, la fibromialgia y la fatiga crónica. Pero también otras dolencias como el parkinson, el alzheimer, la esclerosis múltiple, la epilepsia, algunas esquizofrenias, el autismo y el asma. Según se remarcó durante las ponencias, cada vez hay más evidencia científica de que, como mínimo en parte, todas ellas están relacionadas con el contacto con ciertos tipos de pesticidas, disolventes orgánicos, conservantes, mercurio y otros compuestos químicos presentes al aire, al agua, los alimentos o los tejidos de la ropa. “Tenemos cada vez más claro que algunos tóxicos provocan reacciones en el organismo que dañan los tejidos, y esto puede ser causa de enfermedades degenerativas”, afirma Pilar Muñoz Calero.
Las ponencias trataron aspectos como el papel de los tóxicos químicos y físicos en la generación de enfermedades crónicas, los procedimientos de diagnosis y las posibilidades terapéuticas de la medicina ambiental, y la necesidad de crear nuevas vías dentro del marco sanitario actual para conseguir más medidas efectivas de promoción de la salud y la prevención de las enfermedades. (Para más información se puede consultar el programa completo y una sinopsis de las ponencias).
Durante el congreso se puso énfasis también en la importancia de controlar lo que consumimos: sería bueno prestar más atención a averiguar qué compramos, de dónde viene, qué contiene y cómo se ha elaborado. Sobre todo, según los expertos, en el caso de los niños y niñas, porque la exposición durante la infancia a estos compuestos puede afectar su salud de por vida. Y también durante el embarazo, porque la sensibilidad de los órganos en formación del feto es todavía mayor.
Más allá de buscar nuevas curas y paliar los síntomas de las personas afectadas por las enfermedades de origen ambiental, la clave se encuentra sobre todo en evitar las causas. Por un lado, previniendo la exposición a tóxicos y radiaciones, pero también exigiendo más información y la implicación de las administraciones.
Con esta finalidad, dentro del congreso, más de 500 colectivos (incluyendo asociaciones de afectados por fibromialgia, síndrome de fatiga crónica y sensibilidad química múltiple, entidades ecologistas, asociaciones de padres y madres de alumnos y asociaciones de vecinos, entre otros) se han sumado a un manifiesto contra la contaminación electromagnética, en el cual piden a los gobiernos centrales, regionales y locales que se adopten medidas urgentes y concretas para proteger la salud de la ciudadanía ante la creciente radiación a que estamos sometidos en el día a día. Sobre todo, ahora que el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer ha reconocido que son causantes potenciales de cáncer de cerebro, con un riesgo mayor en grupos de población vulnerables: niños, mujeres embarazadas, gente mayor y personas enfermas, y que la Organización Mundial de la Salud se ha comprometido a evaluar estos riesgos en 2012.
En concreto, el documento pide reforzar los principios de precaución y rebajar los límites actuales de las radiaciones de alta y baja frecuencia, por lo menos hasta poder descartar de manera fehaciente que no tienen efectos sobre la salud de personas de todas las edades. Citando el manifiesto, “es necesario evitar que vuelva a suceder lo que pasó con el amianto, el tabaco, el plomo, el benceno, el DDT y tantos otros productos tóxicos que se comercializaron irresponsablemente, causando daños irreparables para millones de personas”.
Fuente: Inspira, newsletter de la Fundació Roger Torné
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Todos los comentarios que sean ofensivos, serán eliminados.