Durante mucho tiempo, la generación de energía alternativa a partir del sol, el viento y la biomasa avanzaba lentamente en América Latina. No es de extrañar, por lo tanto, que muchas empresas prestaran su atención a estos destinos. Pero la situación está cambiando ahora porque países como Brasil, Chile o Uruguay han intensificado su esfuerzo por producir energía ecológica.
La energía eólica, especialmente, está viviendo un auge en la región. Un buen ejemplo es el ventoso Chile. Este país, situado en la costa pacífica, quiere obtener al menos un cinco por ciento de su electricidad a partir de fuentes renovables. Mientras que hasta 2007 sólo se habían registrado instalaciones eólicas con una potencia de modestos 20 megavatios, ahora se están construyendo y planificando instalaciones de 2000 megavatios de potencia.
Uruguay es aún más ambicioso. Su Gobierno quiere cubrir la mitad del consumo primario con fuentes de energía renovables de aquí al 2015. Con este objetivo, el país del Río de la Plata asume un papel pionero en América Latina. Además de la subvención de una serie de plantas de biomasa, grandes y pequeñas, que utilizarán restos de la agricultura y la silvicultura como combustible, la empresa estatal UTE, que gestiona la red eléctrica, sacó a concurso la construcción de una instalación con una potencia de 150 megavatios.
Uruguay es un laboratorio para toda América Latina. Si se lleva a cabo un desarrollo rápido de la energía solar, eólica y de biomasa, Uruguay será un ejemplo para muchos países del continente. S su centro Montevideo, es, en cualquier caso, la base ideal desde la cual trabajar en el mercado latinoamericano. Esta idea se ve impulsada, sin duda, por el rápido crecimiento económico del país.
Independientemente de las actividades de empresas de energía extranjeras, la política energética uruguaya también apuesta por pequeñas instalaciones de hasta 150 kW de potencia para el cambio a las energías renovables. Los políticos locales confían en que este segmento cubra un tercio de la demanda nacional de electricidad en un futuro no muy lejano. La compañía eléctrica estatal uruguaya está obligada por ley a dar preferencia a la electricidad procedente de estas pequeñas instalaciones. Las empresas que invierten en pequeñas instalaciones obtienen grandes ventajas fiscales.
Los primeros éxitos de esta estrategia de microproducción ya se dejan ver en la capital, Montevideo. Pequeñas instalaciones eólicas giran ya sobre edificios industriales, y también el sector de la fotovoltaica empieza a cobrar impulso. Un buen ejemplo es la colocación de una instalación con una potencia máxima de ocho kilovatios sobre el tejado de la empresa química alemana Bayer en Uruguay. “Podemos desgravar hasta un 57 por ciento de nuestra inversión, de modo que la instalación se amortiza rápidamente“, explica Mario Kaupmann, director de la filial de Bayer. Y en el segmento de las pequeñas plantas hidráulicas también hay muchos proyectos en la parrilla de salida.
En Brasil, el tema de las energías renovables alcanza otra dimensión muy distinta. Allí, según las estadísticas, había cerca de 1000 megavatios de potencia de energía eólica instalados a finales del año pasado.
Recientemente el prestigioso estudio de arquitectos alemán, gmp – von Gerkan, Marg und Partner, es el encargado de la construcción de los estadios mundialistas en Brasilia y Belo Horizonte, que estarán equipados con modernos tejados solares.
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