11 jul 2011

No hay que considerar "inocua" la materia volcánica presente en el ambiente en Bariloche y la zona





La necesidad de estar preparados
Por Prof. Dr. Raúl A. Montenegro

En Argentina no hay suficiente preparación gubernamental ni ciudadana para enfrentar los recurrentes fenómenos de deposición de cenizas volcánicas. Durante cada erupción se gasta más esfuerzo en minimizar lo que está ocurriendo, sobre todo en zonas turísticas, que en desarrollar planes de mitigación y preparar a los ciudadanos. Esta ausencia de preparación agrava los efectos sanitarios, institucionales y económicos.

Argentina sigue siendo un país en el cual domina la imprevisión, ya se trate de amenaza de erupciones volcánicas, accidentes nucleares o rotura de diques [ver Montenegro, 2007].

Vivir en regiones recurrentemente afectadas por derrames de ceniza volcánica, que dañan las actividades agropecuarias y el turismo, implica desafíos sociales tan complejos como conflictivos. Mientras las actividades económicas se mantienen o crecen durante largos períodos de tiempo sin erupciones y sin cenizas, esa amenaza desaparece de la vida cotidiana. Esto explica en parte porqué no existen planes ciudadanos y municipales que mantengan buenos niveles de preparación en la comunidad. Cuando la bonanza es interrumpida por algún proceso volcánico se lo vive como una catástrofe externa e inmanejable.

De allí que sea necesario desarrollar también planes de contingencia económica para resistir mejor las épocas de crisis volcánica. Lugares como Villa La Angostura y Bariloche, en la provincia de Río Negro, enfrentan actualmente esta crisis. El principal obstáculo para poner en práctica mecanismos protectores es la crónica falta de previsión pública y privada y sobre todo la ausencia de políticas de Estado en materia de vulcanismo. Ambiental, social y económicamente las crisis se enfrentan cuando ocurren. De todos modos ese plan de contingencia económica podría impulsarse gradualmente. Demanda por ejemplo tareas de ahorro durante los años de bonanza y el desarrollo de tramas económicas alternativas para sobrevivir durante las crisis.

La preparación institucional y ciudadana resultan necesarias porque amplias regiones de Argentina están expuestas a las cenizas que se diseminan desde volcanes discontinuamente activos a través del aire (plumas de contaminación), a las cenizas acumuladas en el suelo (que se remueven durante las operaciones de limpieza, pasaje de vehículos, por acción del viento, etc.) y a los depósitos mal gestionados en los cuales quedan almacenadas masivamente las cenizas recogidas.

Creer que en un lugar solo caen partículas de mayor tamaño y no llegan cenizas respirables es temerario. Todo lugar expuesto a plumas de contaminación con cenizas debería asumir que incluyen partículas respirables. Recientemente vulcanólogos de Estados Unidos se asombraron al ver que en Bariloche los niños acompañaban a sus padres en tareas de recolección de cenizas y lo que es mas grave, sin protección alguna [Bariloche 2000, 2011]. Las tareas de limpieza comunitaria como la organizada recientemente por la Red Solidaria Bariloche son loables, pero deben formar parte de planes previos donde estén indicados los sistemas de protección (ropa, máscaras, anteojos protectores etc.), las herramientas adecuadas, los procedimientos, los lugares de recepción de las cenizas y las personas que no pueden participar (entre ellas niños y adultos con problemas respiratorios, oculares, dérmicos y cardiovasculares).  

Si bien indicamos que las cenizas volcánicas no son inocuas y suponen riesgos para la salud a corto, mediano y largo plazo, esto no quiere decir que las personas expuestas vayan a desarrollar enfermedades y cáncer. Los aquí propuestos planes ciudadanos e institucionales para mitigar los efectos de las cenizas volcánicas apuntan a tener pobladores y dirigentes bien informados que sepan como actuar. La Municipalidad de San Martín de los Andes, por ejemplo, ha estado difundiendo recomendaciones básicas [MSMA, 2011].

En todos los casos la consigna es reducir al mínimo la inhalación e ingestión de cenizas cualquiera sean las dimensiones de las partículas y su composición físico-química, seguir los protocolos de esos planes y sobre todo, respetar las cenizas. No se les debe temer ni minimizar.

Conocer los riesgos no debe asustarnos sino ayudarnos a ser precavidos. Mientras se prolongue el ingreso de cenizas y sigan existiendo depósitos secundarios de este material, las actividades normales deberán ajustarse al cuadro de situación que marquen las autoridades. El funcionamiento de canales de comunicación previamente habilitados entre los administradores de la crisis y los ciudadanos es fundamental.  

Durante la precipitación de cenizas y las actividades masivas de limpieza (que deben ser cuidadosamente planeadas, algo que actualmente no se observa) es necesario:

a) Revisar el aislamiento de viviendas, escuelas y otros edificios. Pueden utilizarse burletes y eventualmente trapos húmedos para colocar debajo de las puertas y en las fisuras.

b) Permanecer en lugares resguardados. Durante las situaciones de mayor contaminación, natural o provocada por la limpieza de cenizas, las personas con bronquitis, asma, enfisema y enfermedades cardiovasculares deben aislarse lo más posible.

c) Los bebés y niños pequeños tienen que ser especialmente aislados para que no queden expuestos a las cenizas, tanto durante los fenómenos de precipitación como de las tareas de limpieza, internas y externas. Lamentablemente las máscaras disponibles suelen ser hechas para adultos, no para niños (esto debería cambiarse). Es importante asegurar que los niños jueguen en áreas lo más libres posible de cenizas.

d) Si se ha estado expuesto a las cenizas y existe sensación de cuerpo extraño en los ojos, éstos no se deben frotar. Es aconsejable higienizar las manos con agua potable y luego lavar la zona afectada. No se deben utilizar colirios ni gotas [MSMA, 2011]. Si ha habido impregnación de las cenizas en el cuerpo, se recomienda quitarse la ropa e  higienizarse con abundante agua no contaminada. Cualquier anomalía respiratoria, dérmica, digestiva o cardiovascular debe ser consultada con el médico.    

e) Si se sale al exterior deben utilizarse ropas que cubran la mayor parte del cuerpo y dificulten la adherencia de las partículas (son ideales las telas sintéticas lisas e impermeables). Sombreros y gorros pueden proteger el cuero cabelludo. Es aconsejable utilizar máscaras lo más eficientes posibles, teniendo en cuenta que dificultan la respiración (una limitación importante para aquellas personas con dificultades respiratorias). Si no se dispone de máscaras pueden usarse telas y trapos no sintéticos humedecidos con agua para cubrir boca y nariz. El uso de tapones y protectores auditivos evita el ingreso de partículas en los oídos.  

f) No se deben usar lentes de contactos -pues las partículas podrían dañar la córnea- pero sí lentes que aíslen los ojos, como los utilizados en seguridad industrial y actividades subacuáticas.

g) Al ingresar a lugares cerrados después de estar en contacto con las cenizas es aconsejable no sacudir calzado, ropas, pasamontañas y otros elementos de cobertura, y tratar de dejar esos elementos en algún lugar de los accesos (el más aislado). En la medida de lo posible las mascotas deben permanecer a cubierto y si salen al exterior se recomienda cepillarlas ante de su ingreso. Cuando sea posible, el ganado y otros animales de cría deben ser dispuestos dentro de establos y demás recintos protegidos.  

h) Si existen aljibes (recolección de agua en techos) debe suspenderse el ingreso de agua a la cisterna. Los depósitos de agua al aire libre tienen que ser aislados. Cuando el agua procede de red es frecuente que pueda tener un sabor diferente debido a la presencia, por ejemplo, de una mayor concentración de aluminio y de hierro ("sabor metálico") [Stewart & otros, 2009]. Las autoridades deberán informar las causas de este cambio y hacer las recomendaciones que correspondan. Si la vivienda dispone de fuentes propias y el agua contiene cenizas, es aconsejable usar sistemas de filtrado (en cuyo caso sería recomendable contar con filtros de recambio). Cuando esto no sea posible debe dejarse el agua en reposo para que sedimenten las partículas más gruesas. Se recomienda, ante episodios duraderos, que cada familia e institución haga reserva de agua segura, a razón de 3-4 litros por persona y por día. Una vez pasados los episodios de lluvia de cenizas es necesario abrir los tanques domiciliarios de agua y extraer sus sedimentos.

i) Los vegetales y otros alimentos cubiertos con cenizas deben ser lavados antes de su ingesta o cocción. Es necesario tener en cuenta que hervir agua contaminada y con sedimentos aumenta la concentración de sustancias no volátiles. A modo de ejemplo bajas concentraciones de metales como el aluminio (0,20 mg/l) o de metaloides como el arsénico (=0,01 mg/l) pueden concentrarse en forma significativa si el agua se hierve durante mucho tiempo. Esta es una fuente de riesgo sanitario habitualmente descuidada [Montenegro, 2004].

j) Toda tarea de limpieza, externa e interna, genera situaciones de alta exposición por lo cual es necesario planificarlas con cuidado. Tienen que ser realizadas con adecuada protección excluyendo de las mismas a niños, personas con dificultades respiratorias y adultos mayores. Dentro de la vivienda no deben usarse aspiradoras secas ni elementos que aumenten la dispersión de las cenizas. Antes de la limpieza de masas importantes de cenizas y ante la eventualidad de que sean dispersadas por el viento se puede pulverizar la superficie con agua pero en ningún caso inundarlas.  

k) Si las viviendas y edificios donde se realiza la limpieza están servidas por sistemas de recolección municipal de residuos, las cenizas no deben ser mezcladas con la basura. Las autoridades locales tendrán que implementar sistemas diferenciados de recolección y difundir sus modalidades. Cuando no exista recolección de ningún tipo, las cenizas deberán ser colocadas en pozos hechos en el suelo, alejados de fuentes de agua y tapadas con suelo. Las cenizas no deben ser descargadas a colectoras cloacales ni a pozos ciegos ni a desagües pluviales.  

l) Debe mantenerse una cuidadosa vigilancia de los techos planos con baja resistencia estructural para prever posibles hundimientos. En general los techos no soportan más de 10 centímetros de espesor de cenizas secas [USGS, 2009]. Debe evitarse el uso de agua al limpiar techos con gran cantidad de cenizas porque aumenta el peso de la masa acumulada.

ll) Las máquinas, aparatos y dispositivos, mecánicos y electrónicos, deben ser protegidos del ingreso de cenizas.

m) El uso de vehículos debe reducirse al mínimo indispensable pues favorecen la movilidad de cenizas depositadas en calles y caminos, y quedan expuestos al efecto abrasivo de las cenizas. Cuando se usen deben estar apagados los sistemas de aire acondicionado y calefacción, y tener las ventanillas cerradas.

n) Dado que durante fenómenos severos de precipitación de cenizas pueden verse afectadas las actividades comerciales, la provisión de electricidad y agua potable, las comunicaciones, el transporte público, la recolección de residuos y otros servicios es aconsejable estar preparados y disponer de reservas. Se recomienda tener disponibles receptores de radio e iluminación a batería, baterías en cantidad suficiente, teléfonos celulares, agua potable, alimentos, medicamentos, elementos de abrigo y sistemas alternativos de calefacción (si corresponde), máscaras, lentes protectores, protectores auditivos  y material de recubrimiento para proteger objetos y dispositivos varios.

En cada Municipalidad debe haber un Plan Ciudadano para Actuar ante Cenizas Volcánicas y un Plan de Gestión Municipal específico. Recordemos que las cenizas persisten mucho tiempo después que cesó la actividad volcánica [ver FEMA, 1984; Johnston & Becker, 2001; IDEQ, 2011; Horwell & Baxter, 2011; Horwell, 2011].

El Plan Ciudadano está destinado a todas la personas y sus distintos ámbitos, por ejemplo hogares, comercios, industrias e instituciones (como escuelas y clubes). Este Plan es básicamente preventivo. Busca que las personas estén preparadas "antes" de que se inicie cualquier episodio de actividad volcánica con descarga de cenizas. La realización de cursos y simulacros facilita su internalización. Incluye por ejemplo los comportamientos sugeridos, medidas para reducir la inhalación e ingestión y qué hacer con las cenizas (ver arriba).

El Plan Municipal, en tanto, está destinado a contener todos los protocolos de actuación del sector público y orientar la aplicación de los planes ciudadanos. Debe ser coordinado por una única área que mantenga aceitados sistemas de comunicación con el sector público y el resto de la sociedad y sus instituciones. Contiene por ejemplo los protocolos para la atención sanitaria de las personas afectadas, para la limpieza pública y privada (herramientas, protección, etc.) y para el manejo del vertedero de cenizas (previamente habilitado), el cual debe tener suficiente suelo de cobertura para evitar la dispersión secundaria.

Es indispensable que las municipalidades tengan habilitados vertederos para cenizas sin conexión alguna con los vertederos de residuos sólidos urbanos. Estos sitios deberían ser identificados y acondicionados antes de cualquier evento de precipitación de cenizas. También pueden habilitarse depósitos secundarios pero bajo control municipal [ver Johnston & Becker, 2001].

El Estado tiene que determinar las regiones geográficas que por su ubicación respecto de volcanes activos o con potencial de actividad quedan expuestas a plumas de contaminación por cenizas ("Mapas de Riesgo Volcánico"). En base a sus resultados las distintas jurisdicciones municipales ubicadas dentro de las zonas de impacto deberían prever la existencia de sitios para la acumulación y gestión de grandes volúmenes de cenizas. En todos los casos deben cumplimentarse las normas sobre Evaluación de Impacto Ambiental (EIA) y las consultas públicas. Lamentablemente, muchas autoridades recién reaccionan cuando se produce la emergencia.   

Recomendamos que estos planes sean hechos siguiendo el excelente modelo del United States Geological Survey contenido en sus estrategias de mitigación para cenizas volcánicas ("Volcanic ash: effects and mitigation strategies") que comprende, entre sus principales secciones, Salud, Agricultura, Edificios, Comunicaciones, Provisión de energía, Transporte, Provisión de agua, Aguas residuales, Acciones y Limpieza [USGS, 2009].

También deberían utilizarse como referencia las dos guías preparadas por el Volcanic Health Hazard Network (IVHHN): "Los peligros de las cenizas volcánicas para la salud. Guía para el público", escrita por Claire Horwell de la Universidad de Durham y Peter Baxter de la Universidad de Cambridge junto al US Geological Survey [2011] y la "Guía de preparación antes, durante y después de una lluvia de cenizas" que escribió Claire Horwell junto al US Geological Survey y al GNS de Nueva Zelandia [2011]. Ambas guías están disponibles en español [Horwell & Baxter, 2011; Horwell, 2011].     

El Estado debe tener montado un sistema de epidemiología para el registro continuo de la morbilidad y la mortalidad, y para el monitoreo ambiental de aire, suelo, agua, alimentos y otros medios afectados por las cenizas. Estas tareas requieren su propio protocolo.

Lamentablemente, en Argentina no aprendimos la lección dada por anteriores erupciones y ante cada deposición masiva de cenizas volvemos a improvisar. Debemos asumir que seguiremos conviviendo con cenizas antiguas y con las cenizas procedentes de nuevas erupciones volcánicas, y que debemos adaptar nuestras conductas y actividades económicas a su recurrencia. Nos olvidamos del Chaitén pero esta vez no debemos olvidarnos del Puyehue.

Este trabajo no tiene por objetivo suplantar el rol del Estado, por eso las recomendaciones contenidas son meros ejemplos y no consignas completas y exhaustivas. De todos modos, los Planes Ciudadanos y los Planes Municipales deben ser hechos en forma intersectorial y participativa. Cada Plan deberá tener su versión en papel, su versión digitalizada, su DVD explicativo y su propio sitio en Internet.

Finalmente, y como lo aconsejan Adriana Bermúdez y Daniel Delpino, de la Universidad Nacional del Comahue, es extremadamente importante establecer una red de contactos y un sistema de información para lograr el lanzamiento de alertas tempranas. De este modo podrán desplegarse –a esto lo agregamos nosotros- los Planes Ciudadanos y Municipales que por ahora no existen. En este contexto el Estado debe asumir que las cenizas no son inocuas y que la información correcta y adecuadamente transmitida es la mejor herramienta de prevención. El temor a decir la verdad y las especulaciones político-partidarias deben ser erradicadas. Errores como los cometidos por la Comisión Nacional de Energía Atómica, que difundió públicamente y sin fundamento científico la supuesta inocuidad de las cenizas. no deben repetirse [ver CNEA, 2011].

Urge por lo tanto que la Nación, las Provincias y las Municipalidades elaboren planes ciudadanos y gubernamentales para actuar ante las cenizas volcánicas, pero interactuando con los organismos de la sociedad civil y los ciudadanos. 


El informe completo lo pueden leer aqui abajo, en la publicacion que sigue.



 Fuente: Bariloche2000 Diario Digital Interactivo

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